Multiplicar y
dividir... dos operaciones tan elementales que casi no nos damos cuenta de cómo
las hacemos. De hecho, muchas veces las hacemos con calculadora para ahorrarnos
problemas. Pero si regresamos a nuestra tierna infancia, recordaremos que para
multiplicar lo esencial es aprenderse "las tablas" y a partir de ahí
uno puede hacer luego multiplicaciones más sofisticadas de una forma mecánica
que no nos enseñan (o al menos a mí no me lo enseñaron) por qué funciona, pero
funciona. Me refiero a aquello de multiplicar un número por la cifra de las
unidades, luego por la de las decenas, centenas, etc., colocar los resultados uno
debajo del otro corridos una cifra cada vez, y finalmente sumarlo todo. Vamos,
esto:
2 5
x
3 2
_______
5 0
7 5
_______
8 0 0
Te
lo enseñan, te lo crees y multiplicas. Casi parece brujería que eso funcione.
Cuando creces te das cuenta de que lo único que estás haciendo es 25 · 32 = 25 ·
(30 + 2) = 25 · 30 + 25 · 2 = 750 + 50 = 800.
Para
dividir también usamos un algoritmo basado en las famosas tablas de
multiplicar. Pero... ¿ha sido esto siempre así? Parece evidente que no. Teniendo
en cuenta que multiplicar números naturales no es más que sumar muchas veces el
número, esta es una primera forma de hacer multiplicaciones. Pero claro, eso no
tiene ninguna gracia, porque entonces no estamos multiplicando, estamos solo sumando.
La gracia de multiplicar es que nos permita sumar más deprisa.
Para
conseguir esto, los egipcios tenían su propio método, pasando olímpicamente de
las tablas de multiplicar. Vamos a hacer la misma operación como la haría un
egipcio (para no recibir acusaciones de anacronismo—usar elementos de una época
en otra— diré que obviamente los símbolos que usaban para los números no tienen
nada que ver con los nuestros):
1 25
2 50
4 100
8 200
16 400
32 800
Vamos,
que básicamente lo único que hacían era doblar el número, multiplicar por dos.
Claro, pero has elegido multiplicar por 32, así cualquiera. Multiplica por 33,
¿ahora qué haces? Pues lo mismo. Pero cuando llego al 32, en lugar de quedarme
con el 800, le sumo el número al lado de “1” (33 = 32 + 1). Nos daría, lógicamente, 825. Si
multiplico por 34, le sumo el número al lado de “2” . Si multiplico por 35, le sumo ambos números. Y así.
Fácil.
¿Y
si queremos dividir? Digamos 24/4. Pues nada, como solo sabemos doblar, eso es
lo que hacemos:
1 4
2 8
4 16
16
+ 8 = 24, así que nuestra respuesta es, efectivamente, 4 + 2 = 6.
Y
así es como los egipcios se las manejaban con la aritmética. En el “próximo
episodio” veremos cómo los babilonios resolvían problemas de álgebra sin hacer álgebra,
porque esto de poner nombres a las incógnitas es bastante moderno. Pero, una
vez más, eso no quiere decir que no se pudieran resolver los mismos tipos de
problemas de formas totalmente diferentes.
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