Fernández de Enciso fue un letrado del siglo XVI que viajó a América y escribió un libro llamado Suma de geografía. Este libro es conocido por ser el primero en describir la geografía americana junto con la del Viejo Mundo. Pero no voy a hablar de eso aquí. Prefiero, en cambio, preguntarme lo siguiente: ¿Cómo podía Enciso creer en dragones? O unicornios. En su obra los menciona con toda naturalidad. Y también aparece el ave fénix. Pues es muy sencillo, cree en la existencia de estos animales porque lo ha leído en un libro que es la autoridad de la historia natural.
En
realidad, no es tan raro: si el señor del libro habla de caballos y vacas y peces y otros
animales que has visto, y luego también habla de muchos animales que no has
visto, entre ellos un dragón, pues oye, será verdad. Además, cuando vaya a
América Enciso se encontrará con animales que nunca antes nadie ha visto y que
son mucho más espectaculares que un simple caballo con un cuerno: rinocerontes,
armadillos, etc.
Hoy en día, la ciencia no es tan distinta. Si yo
leo un artículo donde un señor dice que ha hecho un experimento que le ha dado
tal cosa, pues yo, sin hacer el experimento, de entrada, me lo creo. ¿Por qué?
Pues porque lo ha hecho un científico al que además le han publicado el artículo. Y si el científico y/o la universidad tiene prestigio, me lo creo aún más.
Habrá quien diga que hoy en día no creemos en
cosas fantásticas. Es curioso, hace unos días se hizo una encuesta que arrojó
unos resultados un tanto decepcionantes para algunos: el 25% de la gente creía
que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Dejando de lado cuestiones
filosóficas (¿es posible determinar el movimiento de forma absoluta?), todos
sabemos que hay una “respuesta correcta” a la pregunta “qué gira alrededor de
qué”, y es la Tierra alrededor del Sol. Lo que yo digo es, en vez de reírnos
del 25% de ignorantes de la vida y preocuparnos muchísimo porque la gente no
sabe ciencia y esto no puede ser, qué tal si les preguntamos qué argumentos
tienen para defender su postura. Yo os los avanzo: lo ven cada día.
Efectivamente, cada día vemos que el Sol va ocupando diferentes espacios en el
cielo, luego se va un rato y al día siguiente vuelve. Además, no notamos ningún
movimiento de la Tierra, mientras que cuando nos subimos a una atracción, un
coche, el metro o cualquier cosa que se mueve, lo notamos. Así pues, tenemos
unos argumentos bien sencillos e intuitivos, basados en la pura experiencia y
observación empíricas, dicho de otra forma: científicamente irreprochables.
Preguntémosle ahora a los listos que saben que la
Tierra es la que se mueve qué pruebas tienen de ello. ¡Vaya! Seguro que la
pregunta nos (sí, a mí también) coge por sorpresa. Estoy convencido de que
muchos no tienen ni la más remota idea de un solo argumento que se pueda dar
para que sea la Tierra la que en realidad gira alrededor del Sol. ¿Y estos son
los listos de la encuesta? Si les preguntamos, seguramente acabarán diciendo
que se lo han contado en clase, lo han leído en los libros, los científicos lo
dicen, el profesor lo explicó así… es decir, apelan a una fuente de autoridad (¡vaya,
como Enciso, aquel tonto que creía en dragones!). ¿No os parece fantástico que
la Tierra se mueva a no sé cuantos miles de kilómetros por hora y no nos
enteremos? Claro, si tuvierais una explicación racional entendería que no os
pareciese fantástico, pero el caso es que no la tenéis. Creemos en cosas mucho
más fantásticas que los dragones, mucho me temo.
La segunda parte del argumento llega cuando el
hombre que se prepara la respuesta (yo) dice, para quedar bien, que él sí
conoce las pruebas o indicios que llevan a creer que es más verosímil que la
Tierra se mueve alrededor del Sol que no al revés: que si la retrogradación de
los planetas, que si las fases de Venus, que si esto, que si lo otro. ¡Ah! Pero
¿sabéis qué? ¡Que yo no he visto la retrogradación de los planetas, ni las
fases de Venus, sino que he leído sobre esto, y me lo han contado en historia
de la física! Una vez más, dependo de otra fuente de autoridad. Me lo han
contado y me lo creo. Como Enciso.
Y ya, para acabar de rematar al personal, si
alguien se atreve a decir, “bueno, pero yo no creo en los dragones”, le podéis
plantear, ¿y por qué no? Hay varias respuestas posibles, desde porque todo el
mundo sabe que no existen (gran argumento donde los haya) hasta porque no lo he
visto, en plan científico escéptico. Entonces es cuando tú dices, ¿y no será
que no crees en los dragones y en los unicornios porque desde que eras pequeño
te han dicho que no existen? De nuevo, una fuente de autoridad, sea un
científico, un libro, la televisión o tus padres, te ha contado algo y tú te lo
has creído. Y por supuesto que no has visto nunca un dragón, pero tampoco has
visto una ballena y sí crees en ellas. ¡Oh, pero las he visto por la
televisión! ¿Y quién te dice que la televisión reproduzca imágenes de la Tierra
y no cualquier tipo de engaño? ¿Acaso sabes cómo funciona exactamente una
televisión? Ah, déjame pensar, alguien te ha dicho que la televisión hace eso,
y tú te lo has creído (¡pues claro!). ¿Y quién te ha dicho que ese documental
sobre las ballenas sea algo real y no ficticio? Alguien te ha explicado que los
documentales son relatos reales, y tú te lo has creído. Y cuando yo veo un
dragón en Juego de Tronos, sé que es mentira, porque sé que Juego de Tronos es
una serie de ficción y que hay técnicas para hacer dragones por ordenador. ¿Y
por qué sé esto? Sí, porque alguien me lo ha dicho.
Vale Paños, se te ha ido la olla. Está muy bien todo lo que dice la gente, pero tampoco te pases, el mundo no conspira contra mí. De acuerdo. Si he conseguido que ahora no os parezca tan bárbaro creer en dragones y unicornios solo porque lo ponga en un libro yo ya estoy satisfecho. A mí desde luego no me lo parece. Y espero que aceptéis que el mundo tampoco conspira contra Enciso. Así pues, ¿existen los dragones?
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